¡Oh, venerada Tierra!,
¡Oh, venerado Cielo!,
¡Oh, venerado Viento!,
Que acaricias mi rostro.
¡Oh, Sol grandioso!,
¡Oh, majestuosa Luna!,
¡Oh, dulce agua!,
Que sacias la sed del desierto.
¡Oh, gran fuego!
y ¡Oh, elementos!
Que formais el mundo,
y favorecéis al hombre.
¡Oh, espíritus!,
Almas errantes.
Vagabundos en este mundo;
dueños de los cielos.
¡Oh Dioses inmortales!,
creadores del Universo.
La naturaleza os llama;
os convoca a este planeta.
¡Oh poderosos Dioses!,
si aún seguís ahí.
La Madre Tierra se desgarra,
con dolor y amargura.
Es nuestra raza;
el hombre creado;
el que lentamente,
acaba con ella.
Y la Gran Madre pide ayuda,
desesperada y atormentada;
por los golpes de sus hijos;
de los que prometieron cuidarla.
La Tierra os suplica,
misericordia y ayuda;
aplacar a estos seres,
con sed de ser Dioses.
¿Vendréis ya,¡Oh Dioses!?.
¿Arrreglaréis ya esta podredumbre?.
El hombre se ha desbocado;
necesita un jinete.
Ya hay poco tiempo,
apenas unos años.
Algún siglo, quizás;
a este ritmo no más.
¿Montaréis a este caballo,
que cabalga hacia el acantilado?.
¿O dejaréis que caiga estrepitosamente,
y muera asustado?
Yo os ruego,
por la tierra y sus seres;
por la vida y el hombre;
por el futuro aguardado.
Yo os convoco, ¡Oh, Dioses!
A que caigan vuestros bramidos;
vuestro rigor y justicia,
sobre este loco caballo.
Yo os llamo, ¡Oh, Dioses!,
a coger las riendas;
a reconducir la tierra;
a transformar al hombre.
Yo os imploro, ¡Oh, Dioses!,
a crear un nuevo mundo.
Yo os hablo, ¡Oh, Dioses!
¿Me escucharéis algún día?
Juan Manuel Sánchez
6-11-09